Seguidores

La (larga) travesía hasta la toma de conciencia

Tardé casi un año, después de que las sirenas de alerta empezaran a sonar en mi cabeza, en asumir plenamente la realidad de mi alcoholismo y la necesidad de romper, y romper con, la susodicha botella (mejor dicho, las sucesivas botellas y vasos) definitivamente. Mis “autoexcusas” eran en apariencia irrefutables: 1) Necesitaba comer con vino (y sólo vino, no ninguna otra bebida alcohólica), porque era el único modo de digerir la comida, tal como había comprobado en situaciones en las que no lo tenía; 2) Si bien del tabaco (al que soy adicta desde hace unos 35 años) no podía (ni puedo) prescindir durante más de dos horas, salvo cuando estoy durmiendo, del alcohol si podía prescindir durante las mañanas, mientras trabajaba o cuando estaba enferma; y 3) Sencillamente no quería de dejar de consumir el (para entonces poco) alcohol que sí disfrutaba (una caña en una terraza en verano, un buen vino con una buena comida). Con lo cual teóricamente se trataba “sólo” de eliminar el alcohol “superfluo” (el que consumía fuera de las comidas y las salidas).

Tres meses antes del paso definitivo, animada por un amigo de otra ciudad que fue alcohólico (uso el pasado, aunque él sigue utilizando el presente, porque lleva 22 años sin beber), me puse en contacto con un miembro de Alcohólicos Anónimos de mi zona, pero acabé furiosa porque me dijo tajantemente que en AA “no se enseña a beber” y que, si quería que me ayudaran, debía dejarlo del todo. Decidí, pues, que me las agenciaría yo solita para “recortar” el consumo.

Y sin embargo fue imposible. Y los tres meses siguientes fueron una vertiginosa travesía cuesta abajo y sin frenos.

Cada vez tenía más problemas gastrointestinales asociados al consumo excesivo; a veces era capaz de evitarlos a tiempo, pasando, por ejemplo, de la cerveza (que me llenaba muchísimo) al vino, o acompañando la copa de vino a palo seco con una cena prematura, pero otras veces seguía bebiendo hasta “enfermarme”.

Recortaba un día pero al siguiente bebía más, o recortaba las cervezas del mediodía sólo para “compensarlo” con más cervezas por la noche.

Después del cambio de hora de otoño, dejé prácticamente de salir por las tardes/noches, con la “autoexcusa” de que en invierno siempre tengo menos energía por la oscuridad reinante (lo cual es cierto, pero en inviernos anteriores salía con bastante más frecuencia), y con el resultado de aislarme cada vez más de mi entorno afectivo y de otras actividades placenteras.

Mis horarios acabaron girando en torno al alcohol: almorzaba y cenaba tras la segunda (o a veces tercera) cerveza (o la segunda copa de vino), aunque no fuera mi hora habitual de comida, y me acostaba tras el segundo (o a veces tercer) chupito, incapacitada ya para leer en la cama (como siempre me había gustado hacer), no por estar propiamente borracha, pero sí lo suficientemente soñolienta/“ida” como para no poder concentrarme en la lectura.

De resto, inercia total y absoluta, una inercia en la que llevaba sumida ya unos años, pero contra la que finalmente me decidí a luchar. Y sin embargo salí derrotada. Algún día conseguía hacer “cositas”... y lo celebraba con alcohol; otros días, pese a mis buenas intenciones, no lo lograba... y la frustración me llevaba a beber más alcohol.

1 comentario:

  1. Titanium Blocks | The Home of the Home of the
    Our newest design is inspired by ceramic blocks, designed to make a ffxiv titanium nugget lighter, titanium phone case smoother surface for easier, easier for storing food and beverage benjamin moore titanium drinks in microtouch titanium trim walmart a $45.00 · ford ecosport titanium ‎In stock

    ResponderEliminar