Terminé mi entrada de hace tres semanas “Más sobre el
proselitismo religioso de AA”, con un “(Mucho me temo que...) Continuará...” Y
en efecto continuó... Continuó el proselitismo y yo continúo hablando de él,
aunque espero poder rubricar próximamente el tema con la palabra “FIN” .
En realidad, a mi última entrada le faltaba un doble preámbulo
que ahora me doy cuenta de que habría sido crucial:
1) La reunión que describí ahí venía precedida de mi segundo
“casi” el día anterior, cuando había “contratado” un “padrino”... Hasta
entonces había pensado vagamente en la necesidad de tener uno, pero mi amigo de
fuera me había dicho que los padrinos o las madrinas se elegían para “trabajar
los pasos”, algo que francamente nunca me interesó (independientemente de mi
alergia al “Poder Superior” que casi todos invocan). Durante la (doble) Crisis
de esa semana pensé, sin embargo, que me resultaría útil tener un apoyo más
específico e “individualizado” que el que me proporcionaba el grupo y recurrí a
esa persona en concreto porque: 1) Solía hacer comentarios muy “razonables” en
las reuniones, sin mencionar nunca el “rollo” religioso (aunque imaginaba que,
como casi tod@s, lo tenía); 2) Uno de sus “ahijados” decía también cosas muy “razonables”
y a veces incluso cuestionaba algunos aspectos de AA (aunque ahora me doy
cuenta de que nunca en presencia del Susodicho); 3) Iba a las reuniones casi
diariamente, por lo cual me sería fácil quedar con él un rato antes si algún
día sentía la necesidad; y 4) Aunque sólo fuera implícitamente, se había
ofrecido a hacerlo.
2) El día anterior (el del “casi”) había ido a una reunión y
había resultado ser una “reunión de trabajo”, en la que prácticamente sólo se
habló del funcionamiento y la situación económica del grupo. Sin embargo, cerca
del final, un tipo al que hasta entonces nunca había visto dijo que si cada vez
asistía menos gente a las reuniones, era porque tod@s seguían estancad@s en su
pasado alcohólico y se hablaba poco del “Poder Superior” (!!!). Repliqué
instantáneamente: “Como novata, yo vengo aquí en busca de apoyo y refuerzo para
mi recuperación. Lo que me ayuda es escuchar las experiencias de l@s demás y
exponer las propias, no sólo como descargue, sino porque verbalizarlas me ayuda
a reflexionar sobre ellas. Para misticismos hay muchos otros lugares a los que
acudir; en cambio, éste es el único para l@s alcohólic@s, como su propio nombre
indica”.
Volviendo a la reunión descrita en la anterior entrada: “el compañero, normalmente bastante ecuánime y
respetuoso” que acusó agresivamente al ateo de “falta de respeto”
fue precisamente El Padrino (no resisto la tentación de jugar con el apelativo
del célebre mafioso), aun sabiendo por mis gestos y mis miradas que yo lo estaba
aplaudiendo. Al llegar a casa, le escribí un largo Whatsapp diciéndole: “Tú
hablaste de respeto, pero, ¿no crees que es una falta de respeto que gente como
X. e Y. amenacen a l@s principiantes con que acabaremos bebiendo si no creemos
lo mismo que ell@s?” Me dijo que me llamaba y le dije que no era necesario.
Dos días después, sin embargo, como seguía furiosa por esa
reunión, lo llamé y tuvimos lo que entonces
me pareció una conversación fructífera, aunque me saltaron un par de
alarmas que preferí acallar: 1) Cuando volví a afirmar mi ateísmo, me dijo: “Z.
también era como tú al principio”... Y Z., aunque no es de l@s fanátic@s más autoritari@s, habla
a menudo, en forma absolutamente incoherente por cierto, de su “Poder
Superior”. (¿Le habría lavado el cerebro él?); y 2) Me dijo que tal vez no fuera buena idea hablarles de mi proceso
a mis amig@s, a lo que respondí que mis amig@s no eran simples “compañer@s de
borrachera” y que estaba segura de que, si yo pidiera alcohol en su presencia,
intentarían disuadirme de beber. (¿Estaría intentando alejarme de mis amig@s?)
Dos días después, asistí a mi primera reunión tras la
“catequética”, con cierto temor a que fuera a desarrollarse como la anterior,
cuando lo que yo necesitaba era hablar sobre las crisis que había tenido. De
camino allí, paré en un supermercado y notaba cierta molestia física a la que
no presté demasiada atención. La pre-reunión fue, como siempre, muy agradable,
pero, al llegar al salón, estaba otro de los fanáticos vociferantes (que un día
había intentado “venderme” el budismo como una religión “útil” para mí... como
si las creencias o no-creencias fueran cuestión de elegir de un catálogo)
leyendo algo sobre el “Poder Superior”, para terminar con un “AA respeta todas
las creencias”, ante lo que no pude callarme (la reunión no había empezado
aún): “Sí, se respetan todas las creencias, pero no las no-creencias”. Y ahí
saltó El Padrino: “¿Cuándo no te has sentido respetada tú?” Respondí con
evasivas y entonces empezó la reunión.
Yo intervine contando mis recientes crisis y mi conclusión
respecto a mi círculo vicioso “ingobernabilidad → alcohol → más ingobernabilidad”,
aunque no era propiamente el tema. El Padrino habló justo después; dijo
vaguedades que no recuerdo y terminó su perorata con un agresivo comentario que
iba evidentemente dirigido contra mí: “¿Acaso he hablado para algo del Poder
Superior o de Dios? No, ¿verdad?”
El resto de la reunión fue bastante anodino y volví a casa
con la molestia física agravada, que a lo largo de los dos días siguientes se
agravó aún más. Era evidentemente un problema psicosomático de los que a menudo
me aquejan y que hace muchos años descubrí que cumplen un “beneficio”
retorcido. Dichos "beneficios" son muchos y variados, pero en este caso se trataba
de uno de los clásicos: “Tener una excusa para no hacer algo”, y ese “algo” era
no ir a las reuniones durante unos días. (Este problema físico en concreto no me impedía
salir a ciertos lugares, pero sí a AA.)
Y desde entonces no he vuelto.
Poco después me
puse a investigar a AA a fondo. En español había encontrado muy poco, pero en
el ámbito anglosajón hay una abundante bibliografía sobre su funcionamiento de
secta y encontré también grupos de AA para ate@s/agnóstic@s/laic@s, incluido un
grupo de Facebook al que me uní y que resultó ser un buen apoyo
virtual.
Seguí analizando los “sucesos” de las últimas reuniones y, a
partir de mis análisis y de las experiencias que leí en el grupo de FB, llegué
a una conclusión aterradora: El Padrino se “me vendió” como alguien “razonable”,
cuando en realidad sólo estaba al acecho para entrar a saco cuando me viera “vulnerable” (mi semana de crisis)...
Y, al ver que pese a todo yo seguía con mi – lo que en AA llaman – “rebeldía”, decidió
socavarme públicamente para vulnerabilizarme aún más. Si tal como dicta AA, el
dejar las reuniones es el camino más corto hacia la recaída, es evidente que
está esperando – deseando – que yo recaiga, para poder decirme: “Te lo
advertí”... y tal vez entonces tener más éxito en su labor de lavado de cerebro.
Es absolutamente retorcido y muy muy sucio... Me sentí como si hubiera sido
víctima de un “intento de violación
mental” y me costó mucho salir de “ahí” (en realidad, no estoy segura de haber
salido todavía), de esa sensación de indefensión, de victimización y de
rabia... a la que se sumaba la soledad de no tener ya con quien compartir mi
proceso.