Hace unas semanas colgué una entrada sobre mis dificultades
para gestionar la insistencia de AA en el “Poder Superior” y la solución a
dichas dificultades que me había ofrecido un compañero. Desde entonces descubrí
que en mi grupo hay otro ateo, el cual lleva más de cinco años sin beber, y eso
también me tranquilizó: ni va a ser imposible mantenerme sobria sin renunciar a
mi ateísmo, ni la sobriedad (si llego a alcanzarla) me va a volver forzosamente
creyente.
Hasta ayer... Cuando de nuevo tuve que chuparme una reunión de
pura catequesis y que no casualmente fue la primera en la que volví a coincidir
con el tipo (a éste no lo puedo describir como “compañero”, porque su
compañerismo brilla por su ausencia) al que llamo El Fanático Religioso.
Al principio de la reunión el moderador pasó extractos de la
literatura de AA, que, como siempre, estaban plagados de referencias a Dios y el “Poder
Superior”, pero también mencionaban cuestiones relevantes sobre el alcoholismo:
la “obstinación”, el “egoísmo” (en su doble vertiente de “egocentrismo”
y “autoconmiseración”) y el riesgo de querer alcanzar la sobriedad demasiado
pronto (“antes del sábado que viene”), aspectos todos ellos que yo podría haber
elaborado para entender las turbulencias en que las que llevo sumida desde hace
casi dos semanas (y de las que todavía no he hablado en este blog).
Pero no... El primero en pedir la palabra fue El Fanático
Religioso. Tal como había decidido la última vez que me “amenazó” personalmente,
me levanté y me fui a fumar a la cocina, desde donde no podía oír más que las palabras “el Poder Superior” (como todo iluminado, alza la voz cada vez que
menciona su obsesión).
Volví al salón cuando el turno de palabra pasó a otro
compañero, precisamente el único otro ateo del grupo. Su intervención puso el
dedo sobre varias llagas: Si para alcanzar la sobriedad basta con un “Poder
Superior”, ¿entonces por qué acudimos al grupo? Y si es el grupo lo que nos
ayuda, ¿por qué tanta insistencia en el “Poder Superior”? Dijo también que es
por esa insistencia por lo que muchas personas consideran a AA como una secta y
mencionó las “amenazas” que él había recibido al principio y que sin embargo no
se hicieron realidad: cinco años después, no ha vuelto a beber y sigue siendo
no creyente. Despedazó, con un tono sarcástico que yo no me habría atrevido a
utilizar (al fin y al cabo soy “la nueva”) pero que agradecí y aplaudí
mentalmente, uno de los extractos de la lectura, mientras El Fanático Religioso
(y algun@s otr@s) exhibía una sonrisita burlona y autosuficiente... Finalmente
el moderador lo cortó. Cierto que se estaba extendiendo demasiado, pero también
lo hizo El Fanático Religioso (su intervención duró el tiempo que me lleva
fumarme un cigarro entero, es decir, unos diez minutos) y muchas veces lo han
hecho otr@s (incluida yo) hablando de otros temas, y a nadie se había
silenciado nunca... hasta ayer.
Lo demás, como ya dije, pura catequesis... Un compañero,
normalmente bastante ecuánime y respetuoso, reprendió al compañero ateo por su “falta
de respeto” (y yo me pregunto: ¿no es también una falta de respeto atacar al
(casi) único disidente?). Otros hablaron de su “curación” gracias al “Poder
Superior”. Yo había pedido turno de palabra durante la intervención del
compañero ateo, pero no me llegaba la vez. Y cuando la enésima persona no sólo
habló de su “despertar espiritual”, sino que repitió la “amenaza” del Fanático –
“Es imposible dejar de beber si no tienes fe” –, me levanté y me fui, indignada y también frustrada porque en
setenta (70) minutos no se había hablado para nada del tema que se supone que
nos une: el alcoholismo y cómo superarlo.
Intenté no “rumiar” como las otras veces, de las que ya di
cuenta en este blog. Me dije que, al fin y al cabo, había salido de casa con
mucha ansiedad y el sólo hecho de ir hasta el centro de reunión y la media hora
de charla durante la pre-reunión la habían mitigado. Pero no bastó. La rabia
seguía ahí, y sustituir la ansiedad por la rabia no me ayuda para nada en mi
recuperación. Y decidí que la próxima vez que aparezca el Susodicho Fanático no
me bastará con abandonar el salón durante su intervención, sino que tendré que
irme directamente a casa.
Lo más triste es que, a lo largo de las cuatro semanas en
las que (afortunadamente) no coincidí con él, había llegado a conclusiones
tranquilizadoras respecto al tema “religioso”:
1) No todo el mundo sigue el “programa” de AA a rajatabla:
aparte de descubrir que no soy la única atea del grupo, otro compañero criticó
un día el desprecio de much@s miembr@s por la medicina y la psicoterapia, y habló
de sus “tres [y no doce] pasos”, el primero, que coincide con el de AA, y otros
dos de su propia cosecha que no mencionaban a ningún dios, y concluí que, si
bien ésos en concreto no me resultaban útiles, en el futuro yo también podría
acabar diseñando los míos.
2) Un día caí en la cuenta, con enorme sorpresa, de que en
las conversaciones de las pre-reuniones nadie, absolutamente nadie, habla de un
dios o “Poder Superior”, aunque el alcoholismo, sin ser el único tema, es uno
de los más recurrentes. Concluí que de alguna manera, cuando entran en “modo
reunión”, much@s se sienten (inconscientemente) obligad@s a mencionarlo.
3) Concluí también que el hecho de que tant@s compañer@s
digan que cuando entraron a AA no eran creyentes pero al cabo de equis meses o
años descubrieron su “Poder Superior” podía ser algo muy distinto a una
creencia propiamente religiosa: por ejemplo, el momento en que por primera vez
se sintieron fuertes en su lucha contra el alcohol y con la “serenidad” de la
que habla la “frase de la ídem”, y que, a causa del “lavado de cerebro” al que
han estado sometid@s, identifican con un “despertar espiritual”.
Pero ahora esa tranquilidad se ha vuelto a tambalear. Yo
hago el esfuerzo de ir a las reuniones (últimamente estaba yendo con mucha más
frecuencia, a veces en lugar de otras actividades de tipo cultural o social que
me interesan y a las que ahora ya me siento con fuerzas para asistir) porque
necesito apoyo y refuerzo para mi recuperación: escuchar las experiencias – no “místicas”,
sino terrenales – de l@s demás y contar las mías, no sólo para “descargar” (que
también), sino porque el verbalizarlas en público me ayuda a reflexionar sobre
ellas. Y cuando toda la reunión gira en torno a la religión, es una pérdida total
y absoluta de tiempo.
Y no lo digo sólo por mi rechazo a todo lo religioso/“espiritual”:
tampoco me resultaría útil una reunión en la que se hablara exclusivamente de por
qué no se debe votar al PP (aunque ello fuera acorde con mi ideología
política) o de la importancia de la lucha feminista (ídem). Porque estas cuestiones
se pueden abordar en otros lugares, mientras que, como su nombre indica,
Alcohólicos Anónimos es la única organización presuntamente dedicada al tema
del alcoholismo. En días como ayer, muy, pero que muy presuntamente. Al fin y
al cabo, se presupone que l@s compañer@s recuperad@s tienen el “deber” de animarnos a quienes
empezamos el proceso, y no amenazarnos, lo cual me parece una grave violación de la (presunta) misión
de AA.
(Mucho me temo que...) Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario