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¿Funcionan las reuniones de Alcohólicos Anónimos como un sucedáneo del alcohol?

En alguna entrada anterior dije que el tipo de “entrega” al “Poder Superior” que se machaca en AA supone reemplazar una adicción con otra. Ahora, a raíz de mi segunda reunión online de Secular AA y el post de un miembro del grupo de Facebook, me pregunto si no serán también las reuniones mismas un sucedáneo.
Del mismo modo que, aunque no obsesivamente, después de más de tres meses de abstinencia echo todavía menos de el alcohol (no las cantidades industriales que bebía en la última época, pero sí alguna cervecita o alguna copa de licor de hierbas), casi cuatro semanas después de mi última reunión presencial de AA, sigo echando de menos la sensación de seguridad que me daban en un principio (énfasis en en un principio).
Sé que no habría podido superar el Día D+1 sin AA (hablar con una compañera por la mañana y saber que por la noche me acompañaría a una reunión). Después de eso, tardé seis días en volver a una reunión (tenía demasiado trabajo y tenía que hacerlo con mucha calma), pero me reconfortaba saber que podía ir cualquier día y que, además, tenía dos teléfonos de compañer@s a quienes llamar en caso de emergencia.
Durante las primeras seis semanas, fui a una única reunión semanal y con ello me bastaba para mantenerme firme en mi proceso y recibir refuerzo (sobre todo autorrefuerzo) por mis progresos. Una vez superados mis serios problemas digestivos, como ya he relatado aquí, empezaron a surgir otras “inquietudes” y durante tres semanas asistí a dos reuniones semanales. Finalmente, la última semana, la de mis dos “casi”, fui a cinco... hasta que la enésima reunión catequética y la manipulación de El Padrino me llevaron a “autoexpulsarme” del grupo.
Y sin embargo... Ahora me doy cuenta de que, a excepción de las tres primeras reuniones (la cuarta fue la primera de las varias catequéticas que tuve que padecer), cuando el proceso de recuperación era todavía un continente ignoto para mí y podía identificarme con casi todo lo que oía (salvo, por supuesto, con el “rollo” religioso), no recibí prácticamente ninguna ayuda tangible... Simplemente me daba seguridad acudir allí. ¿A modo de placebo, me pregunto ahora?
Durante mi segunda reunión online (en la que por cierto ya no se habló sólo del fanatismo religioso del AA oficial), me di cuenta de que l@s participantes compartían experiencias bastante más personales y detalladas que en el AA presencial al que acudía. En mis cerca de 20 reuniones no oí a nadie contar lo que les llevó al alcoholismo, ni los problemas vitales subyacentes que descubrieron posteriormente, ni los detonantes que podían llevarles a recaer... Sólo se hablaba de abstracciones como el egoísmo, la ira, la autoconmiseración o la falta de autoestima, pero sin entrar en detalles.
Primero pensé que ello podía deberse a que vivo en una ciudad de tamaño medio y tal vez l@s miembr@s de AA no quieran airear sus problemas personales por temor a que en el grupo haya un amigo de una compañera de trabajo, una prima de un vecino o una vecina de un cuñado (sobra decir que aquí “todo el mundo se conoce”).
Pero al leer hoy el post de un compañero ateo de Facebook donde decía que, pese a llevar cinco años sobrio, no encuentra ayuda para sus problemas emocionales en AA, se me ocurrió que tal vez la respuesta sea más simple (en los dos sentidos de la palabra): que (la mayoría de) la gente que está en AA no se molesta en analizar los problemas subyacentes, las emociones concretas, los dolores del pasado o sus predisposiciones (yo sí hablaba de todo eso en las reuniones; en este blog doy menos detalles porque se trata de un blog público y no quiero ser “identificada”). Al fin y al cabo, cuentan con un “Poder Superior” que l@s mantiene alejad@s de la botella y no necesitan profundizar más.
Cierto que se decía a menudo que no basta con dejar de beber; que luego hay que “trabajarlo”. Pero, francamente, yo no veo demasiado “trabajo” en sus 12 pasos, que son bastante reiterativos y podrían resumirse en cuatro:
1) Admitir que nuestra vida se había vuelto “ingobernable” a causa del alcohol (una obviedad porque, sin ese reconocimiento, de entrada nadie acudiría a AA);
2) Entregar nuestra (recién recuperada) voluntad a un poder sobrenatural;
3) Hacer un minucioso inventario de nuestros defectos, inmoralidades y daños que hemos causado... y autoflagelarnos, preferiblemente en público (con látigo y cilicio); y  
4) Hacer “servicio” a l@s demás y jactarse de ello (algo que por cierto contraviene el Evangelio según yo lo recuerdo y posiblemente también otros “evangelios” de otras religiones).
Tal vez esté siendo injusta al resumirlos de manera tan simplista y sarcástica. Pero ésa fue mi impresión en el grupo al que asistía. Como mencioné arriba, sólo oí hablar de defectos en grado superlativo. Nunca de ninguna “virtud” que alguien pudiera tener, ni siquiera la virtud de la fortaleza para seguir sobri@s, supongo que porque atribuían su sobriedad a algo sobrenatural externo a ell@s. Bueno, una sí: la de “dedicar mi vida a l@s demás” de la que tanto se jactaban los fanáticos autoproclamados receptores (en masculino porque los que así se comportaban eran todos hombres) de la gracia divina.
También me llama la atención que haya gente con 10, 20 ó 30 años de sobriedad a sus espaldas que sigue acudiendo a las reuniones casi a diario. Entiendo que algun@s lo hagan por un sincero y honesto deseo de devolver la ayuda que recibieron en su momento o que otr@s lo hagan por mantener el contacto con l@s amig@s que hayan podido hacer... Y por supuesto están quienes tienen como único proyecto vital “convertir al prójimo” a la verdad-verdadera de su religión... ¿Pero y l@s otr@s?
Al plantear esta cuestión en uno de los grupos de Facebook, alguien me dijo que se trataba, no de un “sucedáneo” (“replacement” en inglés), sino de una especie de “transferencia” (“displacement”) de la adicción a otro ámbito, mucho más saludable por supuesto que el alcohol, lo cual tiene cierta lógica. Aun así, personalmente no me gusta depender de nada ni de nadie (aunque ello no fue óbice para acabar completamente dependiente del alcohol). Es indudable que ahora mismo necesito ayuda y apoyo para seguir adelante con mi proceso, pero me gustaría creer que en algún futuro me sentiré lo suficientemente fuerte como para continuarlo de manera autónoma. El tiempo lo dirá.

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